El salvador Schillaci

No estaba en los planes de nadie. Mucho menos en los de Azeglio Vicini, quien recién lo incluyó entre los 22 mundialistas italianos a último momento. Es que Salvatore Schillaci, rudimentario pero incisivo delantero de la Juventus, hasta no mucho tiempo atrás, había jugado en la segunda división. Tenía menos pergaminos y prensa que Vialli, Baggio, o el propio Carnevale. Sin embargo, Totó Schillaci terminó ganándose un lugar entro los titulares, consagrándose goleador del Mundial Italia 1990, con seis conquistas, y sólo le faltó la medalla de campeón para que su figura adquiriera los ribetes de héroe nacional al estilo Garibaldi.

Schillaci nació en Palermo, Sicilia, el 1 de diciembre de 1964. A los 17 años logró una módica repercusión deportiva por haber convertido 75 goles en dos temporadas jugando para el Armat, un club de la liga regional. Quiso comprarlo al Palermo, pero termino llevándoselo el Messina, por poco dinero (20 millones de liras). En la temporada 1987/1998, marcó 13 goles. Y en la siguiente, se convirtió en ‘‘capocannonieri’’ de la Serie B al anotar 23 tantos, 9 de cabeza. Gianpiero Boniperti, presidente de la Juventus, reparó en él y en diciembre de 1988 viajó a Messina para encontrarse con su par del club local, Salvatore Massimino, y arreglar el pase. Boniperti ofreció 6 millones de dólares. Massimino pidió ocho. En siete se dieron la mano y firmaron la transferencia.

El simpático y modesto Totó supo sacarle rédito a su primer paso importante dentro del futbol. Convirtió 13 goles en su temporada debut con la Juventus y fue pieza clave en la conquista de la Copa de Italia y UEFA.

¿Schillaci a la selección? ¿Por qué no? El pobre Totó debió afrontar ruidosas silbatinas en las presentaciones preliminares, como aquel partido contra Grecia en Perugia. Pero una vez dentro del Mundial, cambió los abucheos por aplausos. Debutó en el segundo tiempo contra Austria y convirtió el tanto del triunfo con un rotundo cabezazo. De ahí en más, todo se transformó elogios y goles, al punto que fue uno de los pocos jugadores italianos que salió indemne de la noche fatídica contra Argentina, en la eliminación del equipo en la tanda de penales.

‘‘No soy un gran jugador. Mi mayor virtud es que soy un porta fortuna, traigo suerte…’’, reconoció alguna vez. Pero, por modesto, le falto un atributo para que su definición fuese sincera y genuina: corazón, el que Totó Schillaci no escatimó jamás en aquellos memorables duelos mundialistas.

REFERENCIAS: '' Los Mundiales '' – Fascículo Nº 18 – Ediciones AlduS