Susurros de marcha fúnebre en el Santiago Bernabéu

Real Madrid y Sevilla nos regalaron un partido de locura. El choque de esta noche ha dejado en claro la situación de ambos equipos, con la irregularidad como premisa, y un rendimiento que por momentos alarma. El juego de los locales fue nulo durante la primera parte, mientras que el Sevilla tuvo la contundencia de su lado para dejar el cotejo casi sentenciado. La segunda parte no fue congruente con su antecesora. Allí se chocaron las ganas y el ímpetu madridista ante el conformismo de un apaciguado Sevilla. En cuanto la ilusión floreció en los seguidores merengues, Renato fue el juez y verdugo de un equipo que está al borde del nocaut.

Por decirlo de alguna manera, vivimos dos partidos en uno. Entre los 15 minutos del descanso hubo un abismo, un giro de 360º tan violento como sorprendente. Desde el minuto cero, Sevilla fue un equipo. Solo el orden y el juego asociado le valieron para doblegar a un repetitivo Real Madrid, un pobre intento de combinar a 11 hombres con tirando cada uno para su lado. Los intereses grupales estaban claros, entre las corajeadas de Ramos, la lucha de Gago y los intentos de Raúl e Higuaín. Atónito Schuster, con Calderón gesticulando en la tribuna, ambos ya pensando en la charla post-partido, mientras veían caer goles sevillistas. Manolo Jiménez, digna actitud de sabio o vidente, pensó el partido de manera perfecta, tanto por nombres como por táctica. Un 4-5-1 bien marcado: Romaric y Duscher para la marca, Navas y Adriano para desequilibrar, Renato como cerebro y un peligroso Kanoute en el ataque. Este planteamiento le valió al cuadro visitante para superar a un pálido rival, sin un futbol brillante, casi por inercia. Adriano, Romaric y Kanoute fueron los autores materiales de un contundente resultado al término del primer tiempo, con un tanto de Raúl para maquillar la paupérrima muestra de futbol del equipo de Schuster.

Por lo demostrado en los 45’ iniciales, ni el más optimista seguidor blanco presagiaba una mejoría. Y fue ahí cuando el conjunto de Nervión le dio ilusión a un Madrid sin esperanzas. Pipita marcaba el descuento, tras un fuerte derechazo. ¿Y por que no? Ya sin Van der Vaart, pero con Drenthe, los locales estaba a tiro de un posible empate. Arremetidas por un lado, conformismo por el otro. Increíble, inesperado, pero real, el empate llegó, tras el cabezazo del mejor jugador merengue, Gago. Tan ofensiva fue la apuesta de Bernardo que el pobre Fernando debió hacerse eje del centro, siendo el jugador con más marca y entrega de todo el campo. Entre ¿penales no cobrados?, llegadas con peligro, y remates el palo, el campeón defensor estaba para ganarlo. Aunque hubo otro quiebre, el cual sería trascendental y definitivo.

Desde que Robben se mudó a la banda derecha, tanto Arjen como su equipo mejoraron notablemente en ataque. Esa excelente mejoría llegó a su fin cuando el extremo holandés vio la roja, tras una protesta desmedida. Un aviso para los dos conjuntos, a pesar de que uno solo se vio beneficiado. Ya con 10 hombres, el Madrid bajó su atolondrada marcha y el Sevilla pudo jugar y pensar. Allí fue cuando en una excelente contra, Kanoute desbordó y Renato calló otra vez a la afición madridista. El 3-4 era definitivo y el esfuerzo parecía haber sido en vano. El Madrid se quedaba sin nada, más bien con algo que nadie quiere: preocupación e incertidumbre.

El sábado se juega el gran clásico, contra un demoledor Barça, y en el Camp Nou. Se viene una semana trascendental para las aspiraciones del bicampeón de Liga, entre disputas internas, problemas con la cantera, la ida de Michel, el futuro de Schuster en el aire y una crisis futbolística alarmante. Y si encima la mejoría no se ve recompensada… esperemos a ver que pasa dentro de siete días.