El partido de la década

Incontables son las veces que he tachado, corregido o enmendado el comienzo de este articulo en mi cuaderno de anotaciones. Se hacía imposible quitar la vista del televisor ante semejante espectáculo, y yo, impaciente e inquieto sentando en mi sillón futbolero, vibraba a cada minuto observando a dos equipos que se negaban a dar respiro. Entre saltos, apuntes, sonidos onomatopéyicos y hasta aplausos, he experimentando 90 minutos de emoción y éxtasis como hacia tiempo no vivía, si en cuanto a futbol se habla. Chelsea y Liverpool fueron un ejemplo de garra, coraje, corazón, pero por sobre todas los cosas, de fútbol. Idas y vueltas, goles y emociones, blues y reds nos regalaron esta tarde noche el partido del año, y posiblemente, de la década.

Ver a jugadores de la talla de Terry o Gerrard en el palco despertaba una nostalgia incalculable en los aficionados, sobre todo por el capitán red, alma y motor de este equipo. Ya me imagino que la gravedad de la lesión para que Benítez ni siquiera convoque a su jugador estrella. Aún así, destaco al equipo visitante, quien comenzaba a dar el batacazo en menos de media hora de partido. Picardía absoluta de Aurelio para engañar hasta sus propios compañeros y marcar el primero. Precisión y contundencia por parte de Xabi Alonso para poner el segundo de penal. Ni noticias del Chelsea ni de aquel equipo que asaltó Anfield en toda la primera parte.

Un punto clave, de total inflexión marcó el segundo tiempo y el resto de la eliminatoria. El equipo local necesitaba con urgencia que sus jugadores importantes comenzaran a pesar. Y fue entonces cuando el Chelsea comenzó a engranar, Drogba a inquietar y Lampard a jugar. Anelka llegó hasta el fondo del terreno y Didier, con un mínimo roce, descontó, previa colaboración del hasta hora inmutable Reina. Decisivo el marfileño, futbolista de una importancia extrema para el cuadro de Londres. Como si la pelota parada no hubiese sido protagonista en los 45’ iniciales, Alex descargó toda su furia en el empeine derecho para empatar el partido y generar el delirio de los seguidores locales.

Golpe a golpe estaba el asunto, la emotividad y el nerviosismo se asoman en el horizonte de Stamford Bridge. Ahora el pálido equipo era Liverpool, y la contundencia estaba del lado de Hiddink y compañía. La importancia de los importantes, valga la redundancia, hizo que Drogba desborde y Lampard ¿sentencie? Hasta ese punto, la vuelta en el marcador tenía apariencia de KO. Pero dar por muerto al Liverpool es un acto de ignorancia incalculable. Se insinuó con que el ‘‘efecto Estambul’’ estaría presente en cada uno de los futbolistas reds. Acto del destino o de la inercia por conseguir la hazaña, el Pool remontaba en menos de lo que uno alcanza a reaccionar y asimilar el resultado. Si de remontadas hablábamos, ¿que decir de este ‘‘milagroso’’ 3-4 a 10 minutos del final?

En la agonía, Benítez y su equipo pagaron muy caro los errores de la ida. Ningún sorprendente regreso pudo opacar el mal partido y los fundamentales tres goles recibidos en Anfield. Lampard por duplicado sentenciaba, ahora si, la historia. Drogba con un gesto algo cuestionable señalaba el final de un partido mágico, único e inolvidable. Pesaron las figuras por el lado local, algo que no sucedió en la visita, quien tuvo a un apagado Torres y la mala fortuna de quedarse sin el alma de Liverpool para este encuentro. El resultado también puede juzgar el planteo de Rafa y su trío de volantes de marca, dejando muy solos a Kuyt, Benayoun y sobre todo a Torres. Hiddink acertó con el ingreso de Anelka, con poca pero buen participación, y su equipo aprovechó los espacios para marcar en la segunda parte.

Poco más queda en el tintero. Las muestras de futbol de alto vuelo estuvieron en el campo. Cuatro goles por bando, remontadas e incalculables emociones merecen una digna ovación de pie. Simplemente, alabar tamaño espectáculo y decir: ``Gracias por el fútbol.´´


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